Pilar Gadea y los Chelos de Hamelin se confabulan para dar vida al disco y al libro de partituras Violonchelos de colores 2, un proyecto que además de despertar el interés de los niños por ese instrumento, les permite desarrollar otras aptitudes.
Por: XAVIER QUIRARTE
Ciudad de México
Milenio / CULTURA
Domingo 13 de marzo , 2005
La música permite a los niños desarrollar una parte del cerebro, asegura Pilar Gadea. Foto: Luis Jorge Gallegos
A jugar con el violonchelo
Los violonchelos no son de colores, si acaso las tonalidades de las maderas varían de uno a otro, pero sí son de tamaños diferentes. Los pequeños van delante, le siguen los medianos y hasta el fondo, como si resguardaran a los que casi parecen juguetes, están los grandes. Las cuerdas, tensadas en su punto, aguardan las caricias de los arcos.
Detrás de los instrumentos las caras comedidas de los niños aguardan las indicaciones de Pilar Gadea. Unos sonríen, otros se muestran serios y aquel derrama picardía. Ninguno parece presionado, ni siquiera ante la presencia de la cámara fotográfica. Todos abrazan sus violonchelos y esperan el momento en que habrán de volar juntos. ..
Uno, dos, tres. .. Atentos a la cuenta, los instrumentos conducen las sensibilidades de los niños que conforman los Chelos de Hamelin, cuyo propósito es encantar a quienes hoy domingo al mediodía habrán de exponerse a las melodías contenidas en el disco Violonchelo de colores 2 y su libro de partituras correspondiente. La presentación se realizará en el Antiguo Colegio de San Ildefonso con la participación de Gadea y sus encantadores discípulos, así como Leticia Armijo, coordinadora del Colectivo de Mujeres en la Música, el poeta David Huerta y el violonchelista Ignacio Mariscal.
Y puesto que el acto forma parte del IX Encuentro Internacional y V Iberoamericano de Mujeres en el Arte, es justo reconocer que la música es un vehículo idóneo para echar por tierra el asunto del género. La colaboración y convivencia entre niñas y niños es patente en las ejecuciones de los Chelos de Hamelin.
TRABAJO DE OCHO AÑOS
Con apoyo del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del Fonca, Pilar Gadea ha publicado este segundo libro de partituras que aparece cuatro años después del primero, aunque el trabajo se remonta a ocho años, dice en entrevista. “El primer libro lo hice yo sola y el maestro Carlos Prieto fue la primera persona que dijo que el proyecto valía la pena y me apoyó emocional, moral y económicamente”.
La idea es que el libro de partituras se distribuya en las escuelas de música, aunque el gran problema es que cada vez hay menos música en las escuelas públicas.
“Realmente son pocos los ejemplares que se venden, por fortuna el disco ha tenido una distribución mucho mayor. Por ejemplo,. me acaba de llamar una chelista de Torreón que compró el disco y ahora me pide libros para enseñar las piezas a sus alumnos. Desafortunadamente en Venezuela el libro se usa más que aquí porque hay un programa muy grande de música, el Proyecto Simón Bolívar, y en la escuela Freeman enseñan con este libro.”
Violonchelo de colores 2 ofrece canciones tradicionales latinoamericanas pero no muy conocidas. “Son ritmos muy interesantes que a los adultos les cuesta trabajo seguir, pero no a los niños”, explica mientras les pide tocar “La media muerte”, una hermosa y agridulce pieza mexicana.
Con estas canciones los niños aprenden mucho, asegura Pilar, mientras da indicaciones para que ejecuten el divertimento argentino “El burrito”. Uno juraría escuchar el paso juguetón de un animalito que se mueve al ritmo de esta especie de chacarera.
Si algo une a los niños que conforman los Chelos de Hamelin es su deseo de aprender el instrumento. Pero como ingresan muy pequeños se requiere mucho la participación de los padres para que vigilen que ensayen al menos 15 o 20 minutos diarios para que avancen y no se aburran. “Con cinco o diez minutos al principio avanzan. Realmente es una cuestión de los papas; es como cuando empiezan a escribir y están los maestros. ”
LOS BENEFICIOS
La música permite a los niños desarrollar una parte del cerebro que de otra forma no se desarrolla, explica Pilar Gadea. “Me han llegado cantidad de artículos de experimentos en Estados Unidos y Alemania, donde se dice que efectivamente la música hace que se realicen ciertas conexiones en el cerebro. Parece raro, pero así es. Se nos olvidan los beneficios que trae la música”.
La música también incide en el proceso de comunicación. “Los niños se quieren mucho y se ayudan entre ellos. La chiquita que se sabe la canción se la enseña a la otra, la espera. En otros casos: ¿quién aprende a esperar a un compañero?”
Durante algún tiempo Pilar dio clases en Santander donde había una niña que tenía problemas de desarrollo y cojeaba un poco. Tiempo después su mamá se le acercó y le comentó: “Desde que toca el chelo es otra niña porque aprendió a relacionarse de otra manera”. Hace poco una alumna suya. Bárbara, declaró en una entrevista: “Cuando me siento sola y triste tengo mi chelo”.
Historias de colores afinados
Daniela luce preocupada porque, por esos accidentes que hacen de la vida precisamente la vida, un martillo cayó encima de su violonchelo. Como si fuera doctora la maestra lo ausculta y declara que está bien; recibió un golpe, fuerte pero el sonido no se ha alterado. Otra buena noticia es que al martillo tampoco le pasó nada, aunque se rumora que está castigado.
Sonriente, Daniela recuerda un cartel que le hizo ojitos para avisarle que habría un concierto de violonchelo. Curiosa –qué niño no lo es- asistió y quedó prendada del sonido de Pilar y sus duendecitos, perdón sus Chelos de Hamelin. Siente que desde que toca ha cambiado y es más feliz.
Úrsula no tiene cien años y por supuesto no es de Macondo, pero a sus seis años tiene cara de angelito aunque con los pies plantados en la tierra. ¿Qué le gusta del chelo a esta pequeña? “Mmm, mmm, mmm”, murmura como si fuera una cuerda que está siendo afinada. “No sé… ¡Todo! la, ja.”
A su lado, se nota que Carlota -así, en verso ya conoce más el mundo y lo difícil de las relaciones humanas. Dice que cuando toca con Úrsula “se siente bien bonito.
Aquí mis amigas son mejores, son pura buena onda, y en mi escuela son bien gachas.”
Artemisa, juiciosa y tímida, lleva seis años estudiando con Pili, como le llaman a la violonchelista mayor. Asegura que ha cambiado mucho en este tiempo porque antes se aburría en su casa donde no hacía nada. “Cuando entré a estudiar música hubo varios cambios; se siente bien tocar el instrumento, aunque mis amigas de la escuela dicen que es bien aburrido.”
Ellas se lo pierden, pero no Marcos, quien con cara de rocker o de émulo de Nigel Kennedy en el violonchelo, es feliz cuando toca “Estrellas”. O Sabina, la de las grandes pestañas, a quien le gusta el chelo por el arco y su pelambre suave.
ANTIGUO COLEGIO DE SAN ILDEFONSO, JUSTO SIERRA 16,
CENTRO HISTÓRICO.